Hablar de Giorgio Armani es hablar de mucho más que moda.
Su nombre se transformó en sinónimo de elegancia, innovación y visión empresarial.
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Con más de 8.700 empleados en todo el mundo, más de 500 puntos de venta y una diversificación que abarca desde ropa hasta hoteles de lujo, Armani levantó un imperio que factura miles de millones de euros al año.
Sin embargo, lo sorprendente es que, en sus primeros años, no soñaba con pasarelas ni telas finas, sino con un quirófano: quería ser cirujano.
De la medicina al diseño
Nacido el 11 de julio de 1934 en Piacenza, Italia, Giorgio Armani creció en una familia sencilla.
Su padre era empleado administrativo y su madre provenía de comerciantes de muebles.
Aunque desde niño mostró sensibilidad por la estética, sus padres lo orientaron hacia una carrera más estable: estudió medicina en la Universidad de Milán.
Pero el servicio militar obligatorio interrumpió sus estudios y, tras reflexionar, decidió cambiar el rumbo de su vida.
En 1957 comenzó a trabajar en La Rinascente, un famoso centro comercial de Milán.
Allí, se ocupaba de los escaparates, pero pronto destacó por su capacidad para detectar qué prendas atraían más al público.
Esta habilidad lo llevó a colaborar en la selección de ropa masculina, anticipándose a las tendencias.
Sin saberlo, estaba dando sus primeros pasos como pionero en el prêt-à-porter italiano.
El salto a la moda profesional
Su talento no pasó desapercibido. En 1965, Nino Cerruti lo contrató como diseñador para su marca.
Armani revolucionó la estructura de la sastrería masculina: simplificó la chaqueta, eliminó excesos y la volvió más cómoda y versátil.
Ese estilo práctico, elegante y andrógino se convirtió en su sello. En paralelo, aplicó las mismas ideas a la moda femenina, rompiendo los moldes de la época.
En los años 70, junto a Sergio Galeotti, su socio y gran apoyo, Armani fundó su propia compañía: Giorgio Armani S.p.A..
Con apenas unos empleados y un capital inicial modesto (producto incluso de vender su viejo Volkswagen), lograron instalarse en el competitivo mercado de Milán.
Pronto sus diseños llegaron a las pasarelas de Florencia y a ojos de un público internacional.
La expansión de un imperio
La verdadera revolución llegó en 1978, cuando Armani firmó un acuerdo con el Grupo Finanziario Tessile.
Gracias a esto, logró producir moda de alta calidad a gran escala, democratizando la elegancia italiana.
Mientras tanto, el contexto jugaba a su favor: en plena bonanza económica, Italia se consolidaba como potencia en diseño junto a nombres como Versace y Valentino.
En los 80, su marca explotó a nivel mundial. Fue portada de Time, vistió a estrellas como Catherine Deneuve y Tom Cruise, y multiplicó sus ventas.
Tras la muerte de Galeotti en 1985, Armani asumió el control total del negocio y se volcó por completo en hacerlo crecer.
Nacieron líneas como Emporio Armani, Armani Jeans y Armani Exchange, así como divisiones de perfumes, cosméticos, decoración, dulces y hasta hoteles de lujo.
Estrategia y legado
Armani construyó su éxito sobre cuatro pilares: accesibilidad, diversificación, licencias y expansión internacional.
Supo cómo mantener la esencia del lujo, pero a precios más competitivos que las casas francesas.
En los 2000, celebró el 25º aniversario de la firma con ingresos superiores a los 1.300 millones de euros y continuó abriendo divisiones en sectores inesperados, desde la gastronomía hasta el deporte, llegando incluso a ser propietario del club de básquet Olimpia Milano.
En los últimos años, con casi nueve décadas de vida, Armani sigue liderando su compañía.
En 2016 creó la Fundación Giorgio Armani para asegurar la continuidad del grupo y preservar su identidad italiana.
Su deseo es claro: mantener independiente la firma que levantó con tanto esfuerzo.
Hoy, su fortuna personal supera los 11.000 millones de euros, pero su legado trasciende lo económico.
Armani redefinió la moda, acercó el lujo a nuevas generaciones y convirtió el “Made in Italy” en un sello global de calidad y estilo.
Su historia es la de un hombre que, partiendo de la nada, construyó un imperio eterno.