Nada como una lasaña hecha desde cero: la masa casera cambia por completo la textura del plato.
Con solo cuatro ingredientes lográs láminas finas, maleables y resistentes a la cocción.
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El secreto está en amasar bien y dejar descansar para que el gluten se relaje y la pasta estire sin romperse.
Ingredientes
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200 g de harina 0000 (1 taza generosa)
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2 huevos grandes (a temperatura ambiente)
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1 cucharada de aceite de oliva
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1 pizca de sal
(Si la masa queda demasiado seca, añadí 1–2 cucharaditas de agua. Si queda muy pegajosa, espolvoreá apenas más harina).
Preparación
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Colocá la harina en un bol, sumá la sal y hacé un hueco al centro. Agregá los huevos y el aceite.
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Integrá con tenedor desde el centro hacia afuera hasta formar un granulado húmedo.
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Pasá a la mesada y amasá 8–10 minutos hasta obtener un bollo liso y elástico. Si se pega, espolvoreá apenas de harina; si se abre, humedecé tus manos con unas gotas de agua.
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Formá un bollo, cubrí con film o bol invertido y dejá reposar 30 minutos a temperatura ambiente.
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Dividí en 4–5 porciones. Estirá cada una con palote (o con máquina de pastas) hasta lograr un espesor fino pero manejable: con máquina, bajá de número en número hasta #6–#7.
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Espolvoreá con harina a medida que apilás las hojas para que no se peguen.
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Para usar de inmediato en lasaña con salsas espesas, blanqueá las láminas: herví agua con sal, sumergí 1–2 minutos, retirá con espumadera y enfriá sobre repasadores limpios y ligeramente aceitados.
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Si tu relleno es bien jugoso (boloñesa con salsa, bechamel), podés armar sin blanquear: la humedad de las salsas terminará de cocinar la pasta en el horno.
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Cortá a la medida de tu fuente y armá la lasaña intercalando salsas y queso.
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Horneá según tu receta (generalmente 180–190 °C, 30–40 minutos) hasta que burbujee y esté dorada arriba.
Consejos para una masa impecable
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Proporción base: por cada 100 g de harina, usá 1 huevo. Ajustá con gotas de agua o harina según el tamaño del huevo y la humedad ambiente.
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Reposo clave: no lo saltees; relaja el gluten y evita que la masa “encienda” al estirar.
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Elasticidad: si al estirar vuelve sobre sí misma, dejá descansar 5 minutos más y continuá.
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Textura ideal: las láminas deben dejar ver levemente la sombra de tu mano; demasiado gruesas quedan duras, demasiado finas se rompen.
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Blanqueo prolijo: trabajá de a 2–3 piezas por vez y extendé en repasadores enharinados o apenas aceitados para que no se peguen.
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Congelado: apilá hojas crudas separadas con papel manteca, envolvé bien y freezá hasta 2 meses. Descongelá en heladera y blanqueá 1 minuto antes de usar.
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Color y sabor: añadí 1 cucharada de espinaca cocida y bien escurrida procesada para pasta verde, o ½ cucharadita de cúrcuma para un tono dorado.
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Con máquina de pastas: pasá cada porción 2 veces por el mismo número plegando al medio; recién después bajá de número. Esto asegura bordes parejos y mejor textura.
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Rendimiento: con esta cantidad vas a cubrir una fuente de 20×30 cm con 3–4 capas, según el espesor que elijas.
Una masa simple, suave y elástica que eleva cualquier relleno.
Con un poco de práctica vas a estirar láminas parejas y la lasaña va a salir con ese punto casero que enamora en la primera porción.